Algo que me parece paradójico en el día a día es cómo una parte de nuestra sociedad actúa de una forma, y otra parte busca censurar precisamente esa forma de actuar. Es decir, tratamos de censurarnos como sociedad o censurar una parte de ella. Esta tensión se me hace especialmente evidente cuando pienso en la comedia.
La comedia tiende a ser necesariamente incómoda y a generar choque con una parte de la sociedad. No me refiero a la comedia ingenua y ligera —como esas películas genéricas tipo El Paseo— que son contantemente despreciadas. Hablo de una comedia con intención de generar ruido, de provocar.
Por ejemplo, en Colombia, comediantes como Camilo Sánchez y Camilo Pardo han llenado varias veces el Movistar Arena e incluso han llevado su contenido al cine. Sin embargo, también han sido censurados y demandados en múltiples ocasiones.
Otro caso es el de Carlos Ballarta en México, un reconocido comediante de stand-up que también es confrontado frecuentemente por los chistes que hace.
Y no se puede dejar de mencionar a Bo Burnham, quien en su obra Inside hace una canción sobre su pasado.
Esto me lleva a pensar que la comedia no está mal en sí misma, sino que es incómoda porque revela verdades desde una mirada auténtica. Esto me trae a la mente la reflexión de Gabriel Murillo (comediante), quien analizaba a Jaime Garzón desde la perspectiva cómica. Garzón, siendo una figura muy querida, hacía comentarios que hoy probablemente serían censurados. Entonces, esto no es nuevo.
Comedia, autenticidad y vulnerabilidad
Creo que esto se relaciona con la naturaleza de la comedia. En El efecto compuesto y la comedia comentaba que la comedia tiene tres elementos clave:
Disciplina
Método científico
Vulnerabilidad
Es justamente sobre este último que quiero profundizar hoy.
Recuerdo un programa de televisión de mi adolescencia: Comediantes de la noche. Un grupo de comediantes de StandUp hacían chistes desde un bar, lo cual era disruptivo para la época. Curiosamente, uno de ellos no parecía gracioso ni interesante, y fue eliminado rápidamente. Años después, descubrí que ese comediante —Gonzalo Valderrama— es un referente de la teoría cómica en Colombia.
En su libro Del raye a la rutina, Valderrama describe su entrada al mundo de la comedia (Mientras sutilmente plagia a Judy Carter). Lo más interesante es cómo defiende la comedia desde una visión distinta. Según él, para ser comediante se requieren tres elementos conceptuales fundamentales:
Ser chistoso: Hacer reír de manera consciente o inconsciente. Esto implica encontrar la sorpresa en una situación inesperada, lo cual genera humor, pero también significa ser diferente, pues lo típico o esperado no es gracioso.
Saber hablar bien: Tener voz propia. No necesariamente hablar "correctamente", sino desde una identidad auténtica, incluso si eso incluye groserías o errores.
Tener algo que decir: El mensaje es el punto de partida del chiste, no el final. Es un proceso de exorcismo verbal, donde el dolor se transforma en humor.
El comediante como figura vulnerable
Hay una parte que me parece muy clave entender: uno podría asumir que el comediante está en una posición de poder, y en parte sí… pero también no. Judith Carter, en su libro The Comedy Bible, comenta que cuando se hace "cabareteo" (el acto de calentar al público antes del show principal), se pueden hacer chistes con el público siempre y cuando el público siga estando por encima del comediante. Es decir, el comediante debe colocarse en una posición inferior, vulnerable.
La gracia no está en quien todo lo puede. Nadie encuentra gracioso a alguien que es invencible, perfecto o todopoderoso. De hecho, los protagonistas de las historias rara vez son los graciosos. ¿Por qué? Porque ser gracioso implica actuar de forma inesperada, y las historias clásicas son todo lo contrario: hablan de héroes que aprenden, mejoran y triunfan.
Por eso, cuando el comediante sube al escenario con su propia voz, y plantea algo que decir —un problema como punto de partida— se está poniendo en un alto estado de vulnerabilidad. Es como pararse frente a un grupo de leones y decir: “Así pienso yo, diferente a ustedes”. Y no lo hace desde un personaje o un rol, sino desde el “yo”. Es un acto completo de exposición y disposición emocional. Siento que esa es una parte esencial del arte de ser comediante.
Autenticidad pública y vida cotidiana
Esto se relaciona profundamente con la vida en general. En otros post he hablado sobre la importancia de ser auténtico desde lo personal para alcanzar ciertas metas. Pero creo que este ejemplo de la comedia lo lleva aún más lejos: no se trata solo de ser auténtico con uno mismo, sino de ser auténtico en público. Mostrar esa autenticidad de forma abierta, visible.
No solo porque eso hoy en día se valora —en un mundo lleno de redes sociales e imagen pública—, sino porque también conecta profundamente con los demás. Mostrar quiénes somos, aceptar que no somos perfectos, puede tener beneficios personales y económicos (como construir una marca personal), pero también puede ayudarnos colectivamente como sociedad. Mostrar nuestros errores, reconocer que estamos en constante cambio y mejora, también es parte del mensaje.
La bulnerabilidad publica es, es a mi modo de ver, donde mas se muestra el arte.